En Gran Canaria existen registros fotográficos realizados muy poco después de patentarse la fotografía como un artilugio que modificaría definitivamente la manera de ver. En la centuria que va de 1850 a 1950 se ubica cronológicamente el trabajo que el cineasta tinerfeño Miguel G. Morales plantea en el proyecto ‘La mirada pasajera’, que se exhibe hasta el día 30 de abril en el centro Gran Canaria Espacio Digital.
Morales, junto a la artista visual Teresa Correa, la arquitecta Noemí Tejera, el poeta Oswaldo Guerra, la diseñadora Paula Díaz López, el músico José A. Fajardo, la diseñadora gráfica Noelia Varietti y el artista Acaymo S. Cuesta, se adentra en un rico proceso de investigación artística basado en archivos fílmicos y fotográficos para deconstruir la mirada extranjera y el imaginario primero que la sociedad de Gran Canaria tuvo de su primera identidad, con el Puerto de la Luz como catalizador y punto neurálgico de modernidad y entrada de ojos/cámara hacia la isla.
“Las primeras miradas con sus cámaras de viajeros, científicos, antropólogos, etcétera, que llegan a Gran Canaria empiezan a construir el primer imaginario de la isla condicionados a partir no solo de los relatos de la conquista, sino por su propia mirada ficcional y exótica, creando un relato de la isla que terminan creyéndose los propios autóctonos, que más tarde repetirán los clichés procesados”, explica el cineasta. “Esa mirada del poder y de las clases pudientes vinculadas al comercio, el turismo o la religión, plantearon una isla de postales idílicas. El análisis que los creadores vinculados a ‘La mirada pasajera’ realizamos se sustenta en el flujo comunicante que ha llegado hasta hoy en día: somos un territorio de servicios orientados a la industria del turismo. Vivimos de la visión de los demás, de los que vienen de fuera”, añade Morales.
“Las imágenes nos hablan de la crudeza, la pobreza y la tristeza desoladora que se palpa en los rostros de aquella sociedad invisible de finales del siglo XIX. Aquellos campesinos del interior no eran conscientes de que estaban siendo retratados. Posaban ‘desnudos’ y transparentes con una mirada inocente. Hemos excavado en esos daguerrotipos o espejos con memoria enfrentando ficción y realidad y abriendo puertas hacia investigaciones futuras sin la intención de sentar cátedra. Se trata de una reflexión artística a partir de los interrogantes que nos plantean la magia de las propias imágenes”, dice.
“Los archivos deben estar a disposición pública y los usuarios deben emplearlos de manera respetuosa”, sostiene Morales, que ha entregado ocho latas con diverso material visual a Gran Canaria Espacio Digital para su custodia en su fondo y futura digitalización. “A los archivos hay que platearles preguntas desde distintas perspectivas, someterlos a nuevas miradas porque están vivos y nos siguen aportando información”, añade.
“El muelle fue el catalizador de la isla de Gran Canaria convirtiéndola desde el principio en una isla diferente a las restantes del Archipiélago. Su energía entró por el muelle al igual que entraron por él aquellas primeras cámaras que registraron en el interior de la isla infinidad de estampas domésticas en daguerrotipos que aún hoy nos siguen asombrando”, admite Morales, que trabaja actualmente en ‘Salvaje es el viento’, un largometraje de ficción y ‘La vida lenta’, un cortometraje de no-ficción, sitúa su trabajo en la periferia de la no-ficción con un fuerte carácter investigador y ensayístico. “Soy muy curioso y no me gusta quedarme en un solo lugar”, añade el cineasta, que recientemente presentó en el 20º Festival Internacional de Cine de Las Palmas su último trabajo realizado con archivos fílmicos, ‘De los nombres de las cabras’.
Con Dominga Arteta y Vanesa Hernández acaba de clausurar en Lanzarote uno de sus últimos proyectos, ‘Sombrera’, una videoinstalación sobre la mujer campesina de la isla conejera y sobre la utilización del luto.